Si eres padre, madre, o incluso ninguna de las dos, pero
estás a cargo de un niño o niña que no quiere leer, probablemente estás
experimentando frustración y seguramente preocupación. Era que no, las exigencias
académicas demandan que nuestros hijos lean para obtener una buena nota o
calificación.
Sin embargo, en primer lugar, en vez de enfocarte en tu frustración y
preocupación, es importante sintonizar con las emociones del niño,
primeramente. Detectar y comprender el por qué tu hijo no quiere leer, es el
primer y principal factor que debes considerar. A fin de cuentas, es posible
que tenga una buena razón para rechazar la lectura, ¿no te parece?
Muchas veces no consideramos los gustos e intereses de los
niños. ¿Cómo pensar que una lectura sobre un tema que no llama su atención,
debería absorber su interés?
Por esto, es necesario conocer cuales temas resultan más
atractivos para nuestros hijos, y en virtud de esto, acercarlos a lecturas
relacionadas.
Lleva a tu hijo a una librería, que él o ella puedan explorar ese mágico mundo
de la lectura, recorrer aquellos pasillos y descubrir cuales historias son las
que más llaman su atención.
El vincular a los niños desde temprana edad a la lectura de temas de su interés
me parece que es la mejor estrategia que un padre o madre puede adoptar.
En consulta, en más de una ocasión he mencionado que la mejor forma de hacer
que un niño que aún no aprende a leer, ame los libros, es leerles cuentos
breves, con más imágenes que palabras, y que estás imágenes sean llamativas,
para que así, aun cuando el niño no lea, al ver las imágenes comprenda a la
perfección la historia. Este primer acercamiento con la lectura hará que tu
hijo comience a amar los libros.
Finalmente, he visto una gran paradoja en la intervención con niños: los padres
se quejan de que sus hijos no leen, aun cuando estos mismos padres que
protestan no tienen hábitos de lectura; ¡Hmm!…
a lo que yo les pregunto: “¿cómo pretendes que tu hijo tenga hábitos de
lectura, si nunca te ve a ti con un libro en la mano?” Sí, los niños son como
esponjas, e incluso excelentes imitadores de los adultos. ¡Prédica con el
ejemplo! Te aseguro que si tu hijo te ve leyendo, él querrá hacer lo mismo.
Soy Leonel, psicólogo de profesión y
creador de “Viviendo Mejor”. Si te ha gustado el artículo, compártelo con otras personas. ¡Nos vemos!
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